Los pueblos de esta Ruta del Duero nos hablan de historia, de cultura, de enología y del arte del buen vivir. Cada uno de ellos aporta en esta escapada por tierras de Castilla y León una pincelada curiosa y, sobre todo, con mucho sabor. ¿Nos acompañas a conocer Aranda de Duero, Haza, Peñafiel, Padilla de Duero, Valbuena de Duero, Castronuño y Toro?
Xokoreto, en Castronuño. © Pedro Grifol Castillos, monasterios, museos, balnearios, bodegas… El río Duero, en sus casi 900 kilómetros de recorrido, vertebra un panorama turístico lleno de atractivos; y podríamos detenernos en cada una de sus curvas o en cada paisaje que pinta. Así que, para este viaje, hemos tenido que elegir un tramo de las múltiples opciones que la Ruta del Duero nos brinda. Realizaremos un itinerario entre Aranda de Duero y Toro, pasando por Haza, Peñafiel, Padilla de Duero, Valbuena de Duero y Castronuño.
Una Ruta del Duero diferente Un buen punto de inicio de este viaje puede ser el municipio burgalés de Aranda de Duero . Allí empieza la Ruta del Vino Ribera del Duero que conduce a más de 90 pueblos y 65 bodegas… “Largo me lo fiais, amigo Sancho”.
Iglesia de Santa María la Real, en Aranda de Duero. © Pedro Grifol Aranda de Duero Este año, la localidad de Aranda ostenta el título de Ciudad Europea del Vino , que la posiciona en la Red Europea de Ciudades del Vino, una capitalidad alargada por la pandemia hasta final de 2022, y que el pueblo aprovecha para celebrar múltiples eventos como, entre otros, la XXI Jornada del Lechazo durante todo el mes de junio en una decena de restaurantes; el festival de música indie Sonorama Ribera (del 10 al 14 de agosto); la 22 edición del Concurso de Tapas, Pinchos y Banderillas (en octubre); y el Día Europeo del Enoturismo (el 8 de noviembre), una jornada que pone en valor la cultura y las tradiciones de las ciudades productoras de vino.
Bodega de Las Ánimas, en Aranda de Duero. © Pedro Grifol No te pierdas en Aranda de Duero Pero lo que siempre está allí, sin moverse y dispuesto para su visita, son sus siete kilómetros de subsuelo horadado por bodegas subterráneas , algunas de ellas datan del siglo XVIII y han sido convertidas en museo, como la de Las Ánimas ; otras, siguen todavía operativas para guardar el vino.
Una de las joyas de la arquitectura gótico-isabelina española de los siglos XV al XVI es la iglesia de Santa María la Real , que tiene una bellísima fachada principal concebida a modo de grandioso retablo repleto de peculiares esculturas difíciles de identificar… pero que con la buena voluntad de algún lugareño llegaremos a vislumbrar: un santo que parece que lleva gafas, un demonio encadenado a los pies de otro santo y algunos símbolos cabalísticos (como pentagramas) cincelados en los muros. Misterios que casi borran las inclemencias del tiempo.
Vista desde el castillo de Haza e iglesia de San Miguel. © Pedro Grifol Haza, un pueblo con castillo Seguimos esta Ruta del Duero por los campos de Castilla y, a pocos kilómetros de Aranda destaca sobre un cerro el torreón del castillo de Haza , una minúscula localidad que ya ha pasado a la categoría de ‘vaciada’ –10 vecinos–, pero a la que merece la pena acercarse. La torre del Homenaje de lo que queda de su fortaleza medieval ha sido convertida en un museo vivo que puede visitarse libremente haciendo la pertinente reserva digital para obtener el código de entrada.
Haza entró en la historia de España en el año 912, cuando el conde de Burgos, Gonzalo Fernández, tras ocupar la milenaria ciudad de Clunia , cruza el río Duero y se establece en el cerro de Haza. Hoy en día, su alcalde confía en que el pueblo atraiga a gentes del mundo del arte… como en su día ocurrió con algunos pueblos abandonados –o casi– de la geografía española. De momento, alondras, halcones y buitres sobrevuelan los cielos a su aire y abajo, en tierra firme, algunos gatos sin miedo buscan ratones con los que jugar por entre las ruinas del castillo. En la iglesia de San Miguel se conservan varias tablas hispanoflamencas del siglo XV que descansan ancladas y custodiadas por el ululato de un búho real que, escondido en su árbol favorito de la plaza, vigila la entrada por la noche.
Castillo de Peñafiel. © Pedro Grifol Peñafiel, el barco de piedra Entramos en la provincia de Valladolid, y es en Peñafiel donde hacemos la primera parada. La villa vallisoletana tiene uno de los castillos mejor conservados de esta Ruta del Duero. En su época gloriosa (allá por el siglo X), Peñafiel constituyó un punto fundamental en la línea defensiva del río, tanto para cristianos como para musulmanes. La fortaleza dominaba los valles de los cauces del Duero y el Duratón.
Vistas desde el castillo de Peñafiel. © Pedro Grifol El castillo de Peñafiel es un ejemplo perfecto de arquitectura militar y de magnífica reconstrucción. Su interior, relleno con una estructura de acero y madera, sugiere un barco de piedra que se adentra en la llanura castellana. Dentro, alberga el Museo Provincial del Vino , en el que se puede hacer un recorrido por la historia de la cultura del vino y los procedimientos seguidos para la elaboración de los caldos de la Tierra de Castilla y León, es decir de sus cinco denominaciones de origen: Tierra de León, Ribera del Duero, Cigales, Toro y Rueda.
Museo-Centro de Estudios de Pintia, en Padilla de Duero. © Pedro Grifol Padilla de Duero El siguiente pueblo donde podemos parar puede ser Padilla de Duero porque, si te gustan las piezas arqueológicas poco conocidas, aquí tienes un peculiar museo y centro de interpretación del yacimiento arqueológico de Pintia.
Exterior e interior del hotel Monasterio de Valbuena © Pedro Grifol y el chef Miguel Ángel de la Cruz. Dónde dormir en la Ribera del Duero En una escapada de finde, nos merecemos una buena cena, un buen alojamiento y ¡un buen desayuno! Este 3 x 1 está en el monasterio cisterciense del siglo XII de Santa María de Valbuena, convertido en hotel de lujo, gestionado por Castilla Termal y que se encuentra en Valbuena de Duero. Tiene un completísimo spa con aguas mineromedicinales. Además, tenemos la garantía de que sus fogones están asesorados por la sabiduría culinaria del chef Miguel Ángel de la Cruz, flamante estrella Michelin 2022.
El monasterio es, además, la sede permanente de la Fundación Las Edades del Hombre , la sobresaliente iniciativa que desde 1988 expone cíclicamente las piezas más sobresalientes del patrimonio de arte religioso de Castilla y León en distintas localidades de la región.
Taller de restauración de Las Edades del Hombre.© Pedro Grifol Aquí se encuentra el taller de restauración de esta fundación, que vela por el estado de las obras de arte de cada exposición. Meter la nariz en el taller no forma parte de las prestaciones del hotel… pero se puede tratar de pedir permiso para acceder al taller. Un par de minutos bastarán para extasiarnos ante la cercanía de las sobrecogedoras figuras de culto que, sobre mesas de disección, yacen desarticuladas; y dar fe de aquella frase que dijo un crítico de arte francés (de cuyo nombre no me acuerdo) sobre los españoles: “Los españoles pintan las lágrimas como perlas y las heridas como paisajes” . Sin duda, una experiencia única.
Mirador de la Muela del Duero, en Castronuño. © Pedro Grifol Castronuño, el paisaje seleccionado Dicen que el paisaje más bello del río lo forma el meandro de La Muela , cerca del pueblo de Castronuño . Así que el consejo es aparcar y recorrer la llamada Senda de los Almendros a pie, que era el camino que recorrían los pescadores que atracaban en un pequeño puerto fluvial que allí existía. A medio camino veremos un sencillo observatorio de madera donde descansar y poder contemplar la avifauna de la zona: las garzas reales.
Senda de los Almendros, en Castronuño. © Pedro Grifol Después del agradable paseo, de más o menos 3 kilómetros, podemos volver al pueblo y sentarnos en el privilegiado mirador donde ha instalado su tienda y taller el chocolatero José Ignacio Colinas. Se llama Xokoreto –chocolate en japonés–, donde recomendamos seguir –no se admite discusión– lo que sugiere su eslogan: “Si el corazón te late, come chocolate” .
Antes de enfilar hacia Toro, ya en tierras zamoranas, nada mejor que pasar la noche en otro lugar emblemático de la ruta: el castillo de Monte la Reina , un palacio neogótico del siglo XIX decorado con estilo vanguardista.
Xokoreto, en Castronuño. © Pedro Grifol Toro, fin de la ruta del Duero Y ya en Toro caminamos desde su Plaza Mayor hasta su plaza de toros, que es de madera y constituye una de las más distintivas de España, donde el amarillo del albero contrasta con los corneados tablones de los burladeros pintados de rojo sangre. Si te gusta la fotografía da igual si te gustan los toros o no, porque es un lugar peculiar para fotografiar… si el color del cielo lo permite.
Plaza de toros de la ciudad de Toro. © Pedro Grifol Continuamos la visita peatonal a Toro visitando la colegiata de Santa María la Mayor , una de las mejores muestras del románico zamorano; y concluimos el paseo urbano por el paseo del Espolón, desde donde volvemos a recrearnos con una de las mejores vistas del Duero.
Colegiata de Santa María la Mayor, en Toro. © Pedro Grifol Antes de abandonar la ciudad, y con la sana intención de comprar productos de la zona, obligado pasar por La Morada del Vino , un espacio gastronómico que dominan con gracejo los hermanos Calvo (Noelia y Kiko), en el que encontramos una selección de exóticas delicatessen … aunque nos estamos refiriendo a productos tan aparentemente convencionales como embutidos, quesos o chocolates. Que no se nos olvide llevar una botella de Maldito Parné , vino de cosecha propia ¡dedicado a su abuela! Una inyección de felicidad.
Noelia y Kiko, propietarios de La Morada del Vino. © Pedro Grifol También te puede interesar…
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