Nadie escapa de la ensoñación bohemia, relajante y sin embargo efervescente de Tánger, un rincón de la costa marroquí donde pervive ese impulso buscavidas de las ciudades portuarias. Su posición geográfica de balcón que mira a Europa y con el retrovisor puesto en el Magreb coloca a Tánger en una ubicación exclusiva dentro de África. Razón más que suficiente para descubrir todos sus entresijos en una aventura con amigas exótica, cercana y muy, muy estimulante.
Muralla medieval de Tánger al atardecer. © Kelu Robles Quien se haya dejado llevar previamente por el tumulto de las medinas magrebíes no se sorprenderá al recorrer la de Tánger. O sí, porque esta medina habla su propio idioma de fachadas blancas, ribetes verdes y cuestas que conducen a miradores secretos por toda la ciudad vieja.
La kasbah de Tánger –así es como se denomina la parte antigua de una ciudad árabe– se edificó en lo alto de una colina por motivos defensivos, hoy más contemplativos que otra cosa. Sus enormes murallas medievales del siglo XV encierran hotelitos, cafés y pequeñas tiendas de souvenires y especias. Uno de sus balcones más envidiables se sitúa en la Puerta del Mar (Bab Al Bahr), donde el tempo lo marcan los buques que llegan a la bahía y los clicks de las fotografías de los turistas, especialmente durante el atardecer –los ocasos africanos merecerían un artículo aparte–.
La medina tangerina mira por encima del hombro toda la bahía y desde sus miradores se vislumbra la silueta de la costa gaditana de Tarifa.
Un paseo por la medina de Tánger Siempre es mejor recorrer la medina tangerina desde lo alto, con visita incluida al Museo de la Kasbah , ubicado en la residencia del antiguo sultán y con un jardín tipo andalusí de esos que no se olvidan. Así obtendremos previamente una visión de lo que luego conquistaremos a pie. Esto significa que también descenderemos hasta el puerto por sus cuestas serpenteantes, aunque tarde o temprano nos toque desandar el camino.
Cada recoveco de la medina se aprovecha como improvisado mirador del atardecer. © K.R. Pasado bohemio de Tánger ‘En esta esquina, Matisse pintó su famoso cuadro de Tánger’, recuerda un tendero de la medina mientras sujeta un expositor de postales del que cuelgan muestras de ambas estampas, la del cuadro de Henri Matisse (The Marabout, 1912) y la del lugar donde nos encontramos. Este rincón de la medina no ha sufrido el paso del tiempo. Quizá ese ambiente imperturbable de la ciudad es lo que conquistó a Mark Twain y a Francis Ford Coppola para pasar sus días de descanso aquí.
Cuadro de H. Matisse The Marabout y esquina de la medina de Tánger. © K.R. Las calles de Tánger no hablan, pero sí lo hacen sus habitantes: algunos, sin más pretensiones que demostrar que su cultura es altamente comunicativa. Otros (la mayoría), interpelan al turista para erigirse como cicerones improvisados que buscan ganarse algunos dinares, aunque Google Maps les haya arrebatado parte de su negocio como guías.
“A este café venían los Rolling Stones a fumar hachís”, indica otro espontáneo callejero.
Los tangerinos son conscientes de que la mitomanía conduce los pasos de muchos de sus turistas, por eso el Café Baba aparece en todas las guías de Tánger. Por sus mesas han pasado Kofi Annan, Patti Smith y hasta los reyes de España y Suecia. Hoy, los jóvenes de la medina que frecuentan este local toman té con menta, cócteles sin alcohol bautizados como ‘Sex on the beach ’ y fuman hachís.
Los gatos son bienvenidos en toda la medina tangerina. © K.R. Lo hacen mientras observan la llegada de foráneos y foráneas que buscan revivir lo que sintieron sus «Satánicas Majestades» en sus aventuras tangerinas. A diferencia de otros cafés marroquíes más conservadores, en este salón las mujeres no reciben más miradas que los hombres.
Terraceo se escribe con T de té Buscar una azotea o una terraza para tomar un té –el alcohol está prohibido en Marruecos– mientras se disfrutan las vistas de Tánger puede convertirse en todo un deporte en esta ciudad. Hay rincones para todos los gustos, pero en ocasiones cuesta dar con ellos: Le Salón Bleu , con vistas a la costa y a la medina; Dar el Kasbah , muy cerca de la anterior; Café Hafa , con vistas a la bahía y junto a una necrópolis fenicia; y la del elegante Hotel Nord Pinus , para gustos exquisitos alejados de la apariencia desvencijada del centro y con cierto aire afrancesado.
La Ville Nouvelle Fuera de las calles del zoco existe otro Tánger más occidentalizado. Ese que recuerda su pasado como Zona Internacional, cuando la ciudad fue un protectorado ejercido por varios países hasta la independencia de Marruecos en 1956. Aunque todo sea dicho, esa faceta multicultural de su historia no fue una novedad.
Las parabólicas y los tendales forman parte de las blanquecinas azoteas tangerinas. © K.R. Tánger ha sido invadida a lo largo de los siglos por casi todo el mundo: fenicios, cartagineses, romanos, almorávides, portugueses y españoles, y esa mezcla es la responsable de gran parte de su encanto actual. Sus calles más occidentalizadas se sitúan en la conocida como Ville Nouvelle, donde se encuentran el mítico Gran Café de París y la plaza de Francia, la Casa de España y el Teatro Cervantes , el que fuera el escenario más grande del norte de África. No habrá taxista que se acerque por la zona que no informe al turista español de estas cuestiones.
Fachada del Cinema Rif en la Plaza del 9 de Abril. © K.R. La Plaza del 9 de Abril y la medina Es uno de los últimos puntos donde puede acceder el tráfico motorizado en el casco histórico, y sus puertas conducen a la medina más comercial. Al cabo de unos minutos en el laberinto del zoco, nos dará la sensación de que sus puestos se repiten: babuchas de cuero, bolsos, alfombras, productos de belleza con aceite de argán que se produce al sur del país… Los abalorios y la colorida cerámica también son las artesanías más recurrentes, aunque unas piezas luzcan más calidad que otras.
Tánger es una ciudad sosegada, apenas alterada por la llamada de algún vendedor o por el alboroto de sus taxis dando vueltas a la Plaza del 9 de Abril.
Cada zona de la medina está monitorizada por un oficio , como ocurría en la España medieval. Por eso, mientras en unas calles se venden piezas de artesanía, en otras se suceden puestos de verduras, carne, huevos y panaderías donde se elaboran tortas de esponjoso pan marroquí recién horneado.
La actividad comercial sólo se detiene los viernes, el día sagrado en la religión musulmana, y durante el rezo que se repite en cinco ocasiones al día, una de ellas al amanecer y otra al atardecer.
Expositor de productos del Chez Hassan y aceitunas aliñadas sobre cerámica artesanal. © K.R. Dónde comer en la medina El viernes también es el día en que las familias cocinan cuscús elaborado con verduras, carne de cordero, ternera o pescados. Por eso, también es el mejor momento de la semana para pedirlo en un restaurante. Es el único día en el que este plato le arrebata el protagonismo a los tajines que copan las cartas de los menús. Sus guisos de carne y pescado adquieren un particular sabor por el recipiente de barro donde se cocinan.
En el restaurante Chez Hassan , ubicado en la céntrica Rue de la Kasbah, la especialidad son las brochetas de carne y pescado, y su posición permite observar plácidamente a los viandantes mientras nos tomamos unos encurtidos servidos en coloristas cerámicas.
Existe un reducto hipster dentro del Grand Socco (otro de los sobrenombres de la Plaza del 9 de Abril) en el Cinema Rif , un antiguo cine instalado en un local de 1938 donde los jóvenes más cool de Tánger toman cafés y tés que triplican los precios de la medina y donde disfrutan de alguna película de su cartelera nada comercial.
Gruta de Hércules con forma de África y pescadores junto al Cabo Espartel. © K.R. Excursión desde Tánger: la gruta de Hércules y el abrazo de los mares Descubrir las mejores playas de Marruecos supone dominar el recorrido de la Avenida Mohamed VI, que perfila la bahía tangerina hacia el Cabo Espartel , a unos once kilómetros de la ciudad. Frente a sus rocas, el mar Mediterráneo se abraza con el océano Atlántico. O viceversa. Sólo hay un condicionante que puede hacer mejor o peor la experiencia playera, y es el viento de levante.
A unos 5 kilómetros del cabo, la Gruta de Hércules dibuja un pequeño mapa de África en su herida rocosa abierta hacia el mar. La leyenda cuenta que aquí se refugió el héroe griego, pero para acceder a su interior, que se recorre en apenas unos minutos, es preciso pagar una entrada de unos 60 dirhams (unos 6 euros).
La fachada del Hotel Continental se eleva frente al paseo marítimo de Tánger. © K.R. Dónde dormir en Tánger: el hotel de ‘El tiempo entre costuras’ Hay un punto de desconexión exótica que ha llevado a muchas mujeres del papel couché a buscar el relax necesario en la costa tangerina. Desde Carmen Rigalt y Bibiana Fernández –que nació en esta ciudad–, hasta la socialité Carmina Ordóñez , que contra todo pronóstico tomaba el sol en topless en las piscinas de los hoteles tangerinos y celebraba comentadas fiestas de verano.
La lectura del best seller de María Dueñas ‘El tiempo entre costuras ’, que cuenta la historia de amor de Sira Quiroga, incita a muchas lectoras a seguir sus pasos por todo Marruecos, especialmente por las esplendorosas terrazas y salones arabescos del Hotel Continental . Este alojamiento imponente, situado frente al puerto, mantiene cierto aire señorial añejo, hoy un tanto destartalado por el paso del tiempo.
Más información sobre Tánger en su web oficial.
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