Bonifacio está en la isla de Córcega, una de las islas francesas más desconocidas y un auténtico refugio mediterráneo. Su perfil colgado de las rocas costeras te seducirá al instante, pero además está lleno de historia, leyendas y rincones secretos. ¿Te vienes a visitar una de las poblaciones más bellas del Mediterráneo?
Puerto de Bonifacio por la noche. © Bonifacio Tourisme Córcega está aferrada a un tumultuoso pasado de vendettas y episodios reivindicativos (que la Historia sigue ‘repasando’), porque la isla siempre ha conservado un espíritu de independencia que se mantiene hasta nuestros días. Pero lo que el viajero percibe nada más poner el pie en tierra corsa es que puede descubrir una playa salvaje, encontrar un pueblo maravilloso… o un plato tradicional del que no tenía ni la menor idea de su existencia. Bonifacio es uno de esos exclusivos lugares.
El pueblo de Bonifacio está situado en el extremo sur de la isla. Naturalmente es famoso y tiene visitantes –¡muchos!–, pero no cabe duda de que el ‘boca a boca’ es su mejor técnica publicitaria para darse a conocer. Todo aquel que visita el pueblo habla de él como uno de los lugares más bellos del Mediterráneo.
La primera impresión de Bonifacio Como probablemente llegaremos por carretera, lo primero que nos sorprenderá es la bocana de su puerto. Un profundo fiordo penetra en la costa formando una espectacular dársena en la que, a ambos lados, posan altivos veleros y algún que otro lujoso yate amarrado al fondo del estrecho. Si llegamos por mar, la imagen ya es ‘de infarto’. Lo que veremos es una amurallada ciudadela medieval que se mantiene, desafiando las leyes de la gravedad, pegada a una roca sobre un afilado acantilado esculpido por los embates del viento. La ciudad domina, desde una altura de 70 metros, las olas del mar que rugen contra las llamadas Bocas de Bonifacio, unas grutas que el agua y el poniente han ido tallando en la piedra calcárea. Es uno de esos lugares que hace gala al dicho “ver para creer”.
Bonifacio visto desde el mar. © Bonifacio Tourisme Cuenta la leyenda que el episodio de la Odisea en el que Ulises se enfrenta a unos gigantes antropófagos podía haber tenido lugar allí, en la procelosa franja de mar que separa Bonifacio de la costa de Cerdeña. De hecho –¡y no es una fantasía legendaria!– en esas aguas se hundió en 1855 la fragata Sémillante, que se dirigía a Sebastopol y llevaba un destacamento formado por 750 soldados destinados a la guerra de Crimea. No hubo supervivientes. Es una de las catástrofes marítimas más importantes acaecidas en el Mare Nostrum .
Así que, si no llegas Bonifacio por barco, tienes que subirte al ferry turístico que ofrece paseos de una hora por el litoral. Imprescindible.
Plaza Manicella, en el centro de Bonifacio. © Pedro Grifol Qué ver en la Ciudadela Bonifacio se divide en dos barrios: el de la Marina , que es la parte baja que da al puerto; y la parte vieja , que coincide con la parte alta, donde encontraremos los atractivos de la verdadera ciudad medieval con sus calles estrechas y empinadas, y sus casas ¡con escaleras más empinadas aún! Hay dos escalinatas que llevan desde el puerto a la parte alta. La que recomendamos, sin duda, es la puerta de Gênes (Genoveses), para entrar en la ciudad como entraron los conquistadores genoveses y pasar por debajo de su puente levadizo de flechas. Aunque ya no está operativo, impresiona de igual manera.
Nada más atravesar la gran puerta nos encontramos con el Jardín de los Vestigios y el Bastión del Estandarte, que son las ruinas de las fortificaciones del siglo XIII. Ahí se encuentra el mirador ideal para las fotos al precipicio y a la roca llamada el Grano de Arena , una fantasmagórica escultura natural desprendida del acantilado. En la Place Manicella impresiona ver la casa ‘más colgada’, la más desafiante, se trata del palazzino que perteneció a Marie-José Nat, actriz bonifaciana que falleció en 2019.
Roca llamada Grano de Arena frente a los acantilados de Bonifacio. © Bonifacio Tourisme Es el momento de perdernos por entre sus callejones, mirando a un lado y a otro, arriba y abajo. En la calle des Deux-Empereurs (en los números 4 y 7) hay unas placas conmemorativas de dos estancias imperiales, que pertenecen a Carlos I de España y a Napoleón I de Francia, ambos residentes de la ciudad. En la misma calle, empedrada, pintoresca y limpia, se encuentra una épicerie fine , es decir, un sitio para almorzar, que se llama L’oriu Di Chera . Merece la pena (precio en torno a 20 euros).
La herencia aragonesa En Bonifacio todavía se puede rastrear la herencia española, ya que la Corona de Aragón tuvo una importante presencia en la isla. La Escalera del Rey de Aragón –Alfonso V–, construida por las tropas del monarca durante el asedio turco a la ciudad durante el siglo XIV, constituye un peculiar testimonio de aquella época. La forman 187 escalones, tallados en la piedra, que descienden 60 metros desde el amurallado acantilado hasta el nivel del mar. Lo que se baja, hay que subirlo después, así que… ¡piénsatelo! Seguimos deambulando por las calles y tomando nota de historias y anécdotas urbanas. El número 28 de la calle Doria exhibe un frontón fechado en 1320 que perteneció a los Doria (nobles genoveses).
Iglesia de Santa María la Mayor. © Bonifacio Tourisme Después entramos en el edificio más antiguo de Bonifacio –siglo XII–, la iglesia de Santa María Mayor , levantado por los pisanos (de Pisa), pero que las numerosas reformas sufridas le han hecho perder su estilo original. De todas formas, está en un enclave tan bello que podemos sentarnos en el bar de enfrente, pedir un Aperol-spritz (que es lo que todo turista pide ahora). Un buen lugar para contemplar la loggia (galería sin columnas) de su fachada y ver, a modo de contrafuertes, los acueductos que servían para la conducción del agua de lluvia.
Caminatas interesantes Fuera del núcleo medieval, al oeste de la ciudadela y atravesando un pedregoso camino sobre el que duermen las ruinas de dos antiguos molinos, está la iglesia de Saint-Dominique , uno de los escasos edificios góticos de toda la isla. Tiene un altar policromado y algunos grupos de figuras pertenecientes a los pasos procesionales que son interesantes y están expuestos permanentemente.
Llegando al final de la franja de tierra encontramos el Cementerio Marino , que tiene panteones de varias familias ilustres con todo tipo de asombrosas estatuas escultóricas y que, según la Lonely Planet, es una de las necrópolis más interesantes del Mediterráneo.
Más al final, ya en la punta, se erige el monumento conmemorativo del naufragio del Sémillante (el barco del que hemos contado su historia anteriormente).
Barcos en el puerto de Bonifacio. © Pedro Grifol En el lado este, un empedrado sendero lleva a la capilla de Saint-Roch. Desde allí podemos ir a la playa de Sotta Rocca , aunque el camino ya es más agreste. La playa es bonita, limpia y con reflejos turquesa –¡bien! para la foto–, pero un poco peligrosa para bañarse. Si quieres refrescarte en una playa más tranquila, tienes que ir a las calas de Catena o de l’Arinella.
Desde Saint-Roch también parte una ruta que conduce al Cabo Pertusatu , un sendero cómodo en el que invertiremos una hora de pausado caminar hasta llegar al mirador desde el que se goza de la mejor panorámica de los acantilados imposibles de Bonifacio y los farallones que surgen desde las profundidades submarinas.
Siéntate un rato. Ya puedes respirar tranquilo. Estás viendo, por primera vez, uno de los pueblos más bellos del Mediterráneo… ¡y qué no sabías que existía!
Tren turístico por el centro de Bonifacio. © Pedro Grifol Consejos Etheria – Guía práctica Cómo llegar a Bonifacio Hemos contado las excelencias del lugar, pero ¿cómo ir? Aunque la isla de Córcega cuenta con cuatro aeropuertos internacionales, no existen vuelos directos desde España; así que, para llegar desde España hay que hacer escala en Francia.
El aeropuerto más cercano a Bonifacio es Figari, que se encuentra tan solo a 20 kilómetros. Todo lo que tenemos que hacer es una concienzuda pesquisa de investigación en internet para ver qué compañía ofrece mayor comodidad para en el tiempo de espera en la escala continental… y mejor precio. A buscar se ha dicho.
Oficina de Turismo En el número 2 de la rue Scamaroni, se encuentra la Oficina de Turismo . Recomendamos pasarse por allí, ya que el simpático equipo de chicas que allí trabaja te recomendarán un montón de cosas para ver lo que no está en Google Maps. Te darán un plano donde podrás ir tomando nota de los pasadizos secretos para no subir y bajar tantas escaleras y te informarán de las calas más salvajes en el caso que quieras darte un bañito, recuerda que estás en una de las mejores zonas playeras del Mediterráneo. Allí puedes comprar un pase que te permitirá visitar varios museos y lugares históricos a precio reducido, y también tienes la posibilidad de alquilar una audioguía para conocer mejor la ciudad.
No olvides preguntar dónde puedes comprar algo de coral rojo, por si quieres regalar –o regalarte– un colgante.
Qué comer en Bonifacio Algunas de las más famosas especialidades gastronómicas son los canistelli , pastas al vino blanco; el pain des morts , con nueces y pasas; las gambas rojas; el pulpo a la parrilla; o la crème brûlèe au cédrat , que puedes degustar con chantilly (o sin chantilly) en el Café de la Poste , junto a una pequeña figura del ‘camarada Lenin’… que no sé qué hace allí, pero allí está espiándonos ‘de tapadillo’.
Por cierto, el cédrat es una especie de limón rugoso del que también se elabora un peculiar licor parecido al limoncello , al que llaman liqueur de cédrat corse . Y naturalmente, no puedes olvidarte del plato típico de este lugar: ‘berenjenas a la bonifacienne ’, rellenas de queso brocciu . Las del restaurante U Castille son excelentes.
Calle con restaurantes en Bonifacio. © Pedro Grifol Cuándo ir a Córcega También te puede interesar saber que la Semana Santa no es temporada alta turística para Córcega –el verano sí lo es–, así que, por aquello de la disponibilidad de plazas hoteleras, sería buen momento para viajar. En la Oficina de Turismo nos dijeron que el Jueves Santo se celebra un rito religioso ancestral cuyo nombre es ‘La Misa del Infierno’… con ese título ¡yo no me lo perdería!
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