Lleva siglos obsesionando a celtas, romanos y cristianos de Europa. Ahora peregrinos de todo el planeta descubren en el Finis Terrae mucho más que un epílogo de la ruta jacobea. Si tú también te estás planteando esta aventura, ten mucha precaución, ¡dicen que engancha!
Kilómetro Cero del Camino de Finisterre en Galicia. © Kelu Robles Ser el hijo ilegítimo de la familia siempre ha sido una baza ganadora en cualquier trama televisiva. Lo sabemos por Juego de Tronos —y por tantos culebrones—, y lo comprobamos de primera mano en este místico recorrido. No reconocido por la Iglesia, el Camino de Finisterre se ha convertido en un irreverente protagonista de la Galicia más salvaje y esotérica.
El fenómeno adictivo —a niveles delirantes— que se puede experimentar haciendo el Camino de Santiago o de Finisterre se denomina “Síndrome del Peregrino”. Los motivos desconocidos que lo producen contribuyen al misterio en una tierra de celtas, conxuros y meigas .
Rúa das Hortas, en Santiago de Compostela. © Turismo de Santiago Más allá del Obradoiro Señoras gallegas —esas de mandil y mofletes rosados— asoman tras los visillos para observar cómo más de dos millones y medio de visitantes llegan cada año a ‘su Santiago’ sin que las esencias de la ciudad se vean alteradas. O no demasiado. El histórico mercado de abastos convive entre comerciantes de toda la vida y restaurantes coquetos (como el Abastos 2.0, www.abastosdouspuntocero.com), en una zona vella (con v) por la que deambulan estudiantes, peregrinos y turistas hipnotizados con las tiendas de regalos.
A los pies del Obradoiro, la Rúa das Hortas se resiste al bullicio turístico (salvo por el exitoso restaurante Casa Marcelo , www.casamarcelo.net). Las conchas y las cruces potenzadas esculpidas sobre los dinteles de los portales recuerdan el boom inmobiliario medieval que vivió la ciudad. Más valía sellar con cruces, conchas y escudos las fachadas para dejar bien claro quién era el arrendador de la propiedad —si la iglesia o el Hospital de los Reyes Católicos— o para indicar si un edificio era un hostal. El lío, al parecer, era patente.
Sendero del Camino de Finis Terrae . © Kelu Robles Orígenes difusos Resulta paradójico que uno de los mayores símbolos del Camino de Santiago sea la concha de vieira cuando la vertiente más célebre de la ruta (el Camino francés) no pisa la costa en todo su recorrido. Se cree que la concha representa a esos peregrinos paganos, anteriores a los cristianos, que viajaban hasta Finisterre para conocer el lugar donde ‘moría’ el sol. Tampoco es la primera vez que un culto religioso se basa en orígenes paganos.
La concha era un souvenir que los peregrinos se llevaban de las playas de Fisterra para poder “presumir de viaje” —así era la vida antes de los selfis—. Además, les ayudaba a beber agua de los arroyos.
Dicen que el nombre ‘Costa de la Muerte’ proviene de ‘Costa de la Muerte del Sol’. © Kelu Robles Camino de Finisterre A 17 kilómetros de Santiago, unos elegantes pazos custodian el puente más famoso del Camiño de Fisterra. Pontemaceira presume de robustos tajamares medievales, a prueba de las trombas de agua primaverales que el río Tambre arrastra cada año.
Pontemaceira. © Germán Limeres Probar el guiso aragonés de garbanzos y congrio seco del Restaurante Pontemaceira desvela una curiosa relación comercial entre Calatayud y Muxía, pues mientras los bilbilitanos fabricaban cabos para los barcos gallegos, en Muxía les pagaban con congrio que secaban para poder conservar.
Escucharás hablar de los ‘furanchos’, las tabernas familiares gallegas en las que nunca faltan una ‘cunca de viño’ —un cuenco de cerámica para beber vino—, una ración de pulpo, queso de Tetilla y de San Simón da Costa, lacón, churrasco… Tomar un caldo gallego te ayudará a entrar en calor.
Después de atravesar los arcos del Pazo do Cotón en Negreira y conocer la pequeña Iglesia de Santiago en Olveiroa, la lluvia amenaza con romper el silencio de los robledales, pinares y eucaliptos que recorren los nueve concellos del Camino hasta Fisterra. En esos casos, hay que afrontar la meteorología gallega con un “Se chove, ¡que chova!”. Al fin y al cabo, sólo es agua.
Las vacas también parece que quieren hacer el Camino. © Kelu Robles ¿Te gusta la fotografía? Detente aquí Las capillas de las Nieves y San Pedro Mártir anuncian la llegada a una de las postales más evocadoras del Camino de Finisterre , la cima del pedregoso Monte del Pindo , con la ría, Cee y Corcubión al fondo—localidad declarada Conjunto Histórico Artístico—.
Santuario de la Virgen de la Barca. (Izq.) © Camiño dos Faros. Vistas desde el Monte Pindo. (Dcha.) Al misterioso paisaje megalítico de Muxía se le atribuyen propiedades curativas —como la piedra de Cadrís— y fecundativas —como la de los Enamorados—. Sin embargo, ninguna de ellas conserva tanta fama como la roca de Abalar, que propició la construcción de uno de los monumentos más sobrecogedores del Camino de Finisterre: el Santuario de la Virgen de la Barca .
Según la leyenda jacobea, allí apareció la Virgen María a bordo de un barco de piedra para consolar al apóstol Santiago, triste por no haber convertido al cristianismo a los vecinos de estas tierras.
El lugar invita a la ensoñación. Grandes olas amenazan sus portones, los vendavales silban a su paso y, a lo lejos, completa la estampa el faro del Cabo de Touriñán.
El sentimiento final Quedan atrás el monasterio de San Xulián de Moraime , la parroquia de Morquintián y las playas de Lires o do Rostro, aunque la mayor fama playera se la lleva Langosteira . Pero si hay algo que relacione el Camino de Finisterre con la ruta jacobea es la ciudad —entonces pagana— de Dugium, hoy Duio . Cuando los discípulos del apóstol Santiago pretendían enterrar sus restos mortales en los confines de Occidente, el gobernador de la ciudad les preparó una emboscada hasta Negreira , donde pudieron librarse de sus perseguidores.
Un vecino de Fisterra saluda en la playa Langosteira. © K.R. La última parada antes de llegar al soñado Kilómetro Cero nos lleva hasta la iglesia de Nosa Señora das Areas , el lugar en el que durante muchos años los peregrinos terminaban el Camino de Finisterre. Allí veneraban la imagen del Santo Cristo de Fisterra, el de la Barba Dourada, que fue encontrado en el mar. Hubo que construir un hospital al lado de la iglesia para poder atender la gran cantidad de peregrinos que recibía.
En el Cabo de Fisterra todo llega a su fin. Tras los 120 kilómetros recorridos y las experiencias vividas, ahora podemos contemplar este balcón del Atlántico como aquello que en su día fue: el espejismo más hermoso del Fin del Mundo.
El Camino de Santiago ‘realmente’ finaliza en Finisterre. © Kelu Robles 10 cosas que debes hacer 1. Visitar las Cascadas de Ézaro El Xallas es el único río de España que desemboca torrencialmente de forma natural sobre el océano, lo que logra una impresionante imagen, aprovechada (y un poco afeada, todo sea dicho) por la central eléctrica que tiene al lado. Para llegar tendrás que desviarte unos kilómetros del Camino de Finisterre.
2. Secar Congrios. Se puede Existen escritos que atestiguan el trueque entre Calatayud y Muxía de “cuerdas por congrios” desde 1446. En la empresa familiar Lemar Elaboraciones Artesanas lo preparan en diferentes formatos.
Cascadas del Ézaro (K.R.) y Clara Castro, trabajadora de Lemar Elaboraciones Artesanas. © Germán Limeres 3. Comerse Galicia (ya harás dieta) Siempre que no te conviertas en uno de los llamados borboneros o gallofos, los granujas que antiguamente se disfrazaban de peregrinos para aprovecharse de la hospitalidad de los vecinos y comer por la patilla. El engaño se extendió tanto que Felipe II tuvo que prohibir el uso de la indumentaria de peregrino a aquellos no lo fueran. Más allá de la picaresca española, te aconsejamos que pruebes los primeros mariscos que obtuvieron el distintivo Galicia Calidade (www.galiciacalidade.gal), las navajas y los longueirones (un molusco similar) de Finisterre. Cuando lo hagas, sabrás por qué se merecen tantos parabienes.
4. Hacer el Camino de los Faros La bravura marítima y los faros protagonizan los vertiginosos 200 kilómetros de este camino que discurre por la costa desde Malpica hasta Finisterre. Entra en www.caminodosfaros.com
5. Conocer un pazo Algunos se consideran verdaderas joyas históricas, como el Pazo de San Lorenzo de Trasouto (Santiago de Compostela), donde durmió Carlos V y afamado, sobre todo, por su jardín geométrico integrado en el claustro. Más información en www.pazodesanlorenzo.com
Museo de Man Camelle. (Izq.) © Germán Limeres. Faro de Muxía. (Dcha.) © Kelu Robles 6. Entender el mundo de Man Camelle Los pirulís pedregosos del artista alemán Manfred Gnädinger se han convertido en el icono de la costa de Camelle. Ermitaño y amante de la naturaleza, el creador de este mundo natural pétreo falleció en el año 2002 muy afectado psicológicamente por la catástrofe del Prestige. Más información en www.mandecamelle.net
7. No quemar las botas en Finisterre La leyenda cuenta que prender fuego a las botas con las que se hace el Camino purifica el alma, pero a falta de pruebas, lo que se constatan son la suciedad y la peligrosidad del asunto, así que olvida este ritual y disfruta de otros aspectos más hedonistas como tomarse un café, cenar o descansar en el privilegiado Faro del Cabo de Finisterre, donde O Semáforo (www.hotelsemaforodefisterra.com) ofrece ricos bocados a los paladares más exquisitos.
8. Reponer pilas en Langosteira Guarda un momento del viaje para contemplar el atardecer desde esta playa y descansar en el hotel ‘literario’ Bela Fisterra (www.belafisterra.com).
Los percebes son uno de los productos del mar más codiciados. 9. Inscribirse en el Fairway El programa de actividades, con workshops , debates y talleres con expertos del Fórum del Camino de Santiag o (Fairway) hace que planear esta aventura peregrina se convierta en una experiencia de lo más divertida e interesante. No te pierdas la siguiente cita del Fairway del 1 al 3 de noviembre de 2023 .
10. Echar un vistazo por esta mirilla al mundo Habla con la gente, escúchalos, practica idiomas. El Camino de Finisterre es una ventana abierta a gente de todo el mundo y condición. Olvida los prejuicios. ¿Será ese el misterio de su éxito? ¿Acabaremos este reportaje, como buenos gallegos, con una pregunta?
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