Miguel Delibes fue un gran autor, pero además dedicó su vida a poner en valor y dar voz a la tan nombrada ahora España vaciada. Con diversas exposiciones en Madrid y Valladolid se le homenajeó en el centenario de su nacimiento en 2020 pero su obra merece ser recordada y leída todos los años. Delibes fue un referente y un ejemplo de honestidad y compromiso. © Fundación Miguel Delibes Hay un Miguel Delibes académico, un Delibes cazador, un Delibes que sueña, un Delibes viajero y, sobre todo, un Delibes reivindicativo. El pasado 2020 se celebró el centenario del nacimiento del autor de ‘La sombra del ciprés es alargada’, pero los ecos de la efeméride resuenan todavía. Sobre todo, en su tierra natal, Valladolid . Allí tuvo lugar una exposición (finalizó en mayo de 2021) que reivindicaba su legado, tras su paso por la Biblioteca Nacional de Madrid. En esta exposición se pudo comprobar que el escritor fue vanguardia a la hora de levantar la voz por esos pueblos que se desangran al perder, poco a poco pero a buen ritmo, a sus habitantes.
La voz de Miguel Delibes, y más en estos tiempos inciertos, resulta más luminosa a la hora de poner en su sitio palabras que hemos ido arrinconando.
Ir al campo ya no es algo habitual, sino una actividad premeditada que exige un plan previo. Lo hacemos habitualmente con los amigos o para hacer senderismo o para visitar un pueblo que nos han dicho que es bonito. Lo mismo sucede si queremos ver una gallina, una huerta o un burro. Tenemos que ir a una granja o a ver un paisano conocido de alguien… porque tampoco es fácil.
Exposición ‘Delibes’. © Fundación Miguel Delibes La exposición ‘Delibes’ La exposición ‘Delibes ‘ en la Sala Municipal de La Pasión de Valladolid , nos acercó a la vida del escritor y nos desveló aspectos menos conocidos de su biografía: su infancia en Valladolid, su abuelo francés (descendiente del compositor Léo Delibes), sus estudios de Comercio. También sus primeros trabajos como caricaturista en El Norte de Castilla , su amor por Ángeles y sus hijos y el despegue de su carrera de escritor tras obtener el premio Nadal. Allí estaban su mesa de trabajo y los manuscritos de obras tan esenciales como ‘El camino’, ‘Las ratas’, ‘Cinco horas con Mario’ o ‘El hereje’. Tan esenciales como la España vaciada que él reivindicó con su palabra.
La exposición muestra los manuscritos originales de sus principales obras. © Fundación Miguel Delibes Un premio Cervantes nacido en el campo Por eso, Delibes nos remite a un espacio original que él sí transitó y lo reivindicó con una pluma extraordinaria, propia de un premio Cervantes, y con unos textos que conmueven y nos hablan desde la rebeldía. Siempre le gustó transmitir los problemas que aquejan al campo. Ahí está una de sus obras más famosas, ‘Los santos inocentes ‘, que todo el mundo conoce, además, por la magnífica película que dirigió Mario Camus con esa magistral interpretación de Paco Rabal en el papel de Azarías.
Miguel Delibes es uno de los escritores más leídos y admirados de la literatura en español del siglo XX. © Fundación Miguel Delibes Delibes clamó por lo que llamamos ahora la España vaciada. Cuando nadie pronunciaba la palabra ecologismo en España, él la hizo suya sin retórica, con palabras sencillas. Hay una novela que la ejemplifica: ‘El disputado voto del señor Cayo ‘, donde se narra la historia de un pueblo, Cureña, prácticamente abandonado, en el que viven dos vecinos que además no se hablan y al que llega una comitiva de tres políticos para pedirles el voto en las primeras elecciones democráticas.
En esta obra, Delibes humaniza el drama de la despoblación de los pueblos. Y lo hizo en 1978, hace más de cuatro décadas, aunque son muchas más las obras en las que describe un mundo que desaparece, con lo que eso supone de tragedia para todos. También para el lenguaje.
Libros de Delibes presentes en la exposición. © Fundación Miguel Delibes Miguel Delibes y la Real Academia Española A este propósito, cabe recordar que el “cazador de palabras” que es Delibes tenía la costumbre de llevar periódicamente a la Real Academia Española una ristra de términos del campo de Castilla para que fuera material de estudio y análisis: pájaros, utensilios del campo, artilugios de la pesca, expresiones del habla popular… Se preocupaba por almacenar todo ese amenazado caudal lingüístico, pero al parecer al resto de sus colegas no le interesaba demasiado. Eso le provocó tanto malestar que Delibes dejó de ir a las sesiones de los jueves de la RAE durante una buena temporada.
Delibes fue siempre un intelectual rebelde. © Fundación Miguel Delibes Pero volvamos los ojos a la actualidad, porque la gente del campo, la que resiste, ya no es la de antes y ha aprendido de Delibes a alzar la voz. Se siente marginada y aislada en asuntos tan básicos como el sanitario, el educativo, el comercial, por no hablar de infraestructuras y telecomunicaciones. Por eso, y por mucho más, los habitantes de los pueblos decidieron ponerse de acuerdo y llegar a Madrid unos meses antes de que lo hiciera la pandemia para gritar su queja. Hubo más de 100.000 personas en aquella protesta contra el olvido de las provincias despobladas y entre todos representaban nada menos que el 70% del territorio español.
Ni santo ni inocente Una de las 89 plataformas que secundaron aquella manifestación se llamaba Milana Bonita y llegaba de Badajoz. Defendía que “el pueblo extremeño había dejado de ser santo e inocente”, aludiendo a la célebre obra de Delibes. Y es que las novelas de Miguel Delibes no son suaves como el burrito ‘Platero’ de Juan Ramón Jiménez, sino que tienen hueso… y duro. No son textos cómodos por mucho que lo parezcan. Escuecen, duelen y provocan heridas… y de forma intencionada.
Josa del Cadí, pueblo de Lérida de 20 habitantes. © Ángel Santos Las estadísticas señalan que en el 53% del territorio de España sólo vive el 5% de la población y hay menos de 11,5 habitantes por kilómetro cuadrado. Miguel Delibes fue consciente de esto toda su vida. Por eso decía que la tierra estaba herida de gravedad, aunque mantenía cierta esperanza y aseguraba que estaba en nuestras manos salvarla.
El país más despoblado de Europa Hoy, España es el país más despoblado de Europa. Nuestras zonas rurales pierden cinco habitantes cada hora y ya hay oficialmente un desierto demográfico. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, casi 22 millones de españoles viven agrupados en 100 municipios y ciudades. Madrid encabeza la lista de ciudades que más población gana anualmente y, en el polo opuesto, está Castilla y León.
Además, al problema de la despoblación, se suma el hecho de que los que salen de los pueblos son los jóvenes y las mujeres.
Y aquí también hay un problema de género, porque 2 de cada 3 personas que abandonan un pueblo son mujeres . Ellas son las que se animan más a trasladarse a la gran ciudad y dejar el pueblo envejecido y expuesto a la muerte.
Imagen de Arcos de Jalón, en Soria, un pueblo de 1.500 habitantes. © Alan Angelats Otro dato: en España hay 311 pueblos en los que no hay nadie menor de 20 años . Según un informe de la Federación Española de Municipios y Provincias, la mitad de todos los pueblos españoles se encuentra ya en riesgo de extinción.
Puesta en valor de la “España vaciada” La pandemia ha puesto en valor la España vaciada. Hay que recordar de nuevo el dicho “la letra con sangre entra” porque con la crisis sanitaria hemos aprendido que el campo es esencial. Muchas personas se han puesto a teletrabajar y numerosas familias han decidido irse al pueblo. Pero también ha habido otras que, aún queriéndolo, no han podido hacerlo, porque en su pueblo ya no hay servicios de telecomunicaciones, no hay cobertura telefónica, no hay colegios, tampoco hay Internet de banda ancha…
El escritor reivindicó siempre el gran tesoro de la España vaciada. © Fundación Miguel Delibes Decía Miguel Delibes: “En mis libros he tratado de reflejar la Naturaleza y la vida rural. He buscado en el campo y en los hombres que lo pueblan la esencia de lo humano. Y cuando no era en el campo –en el mundo puramente rural– era en la pequeña capital de provincia asomada al llano o a la montaña. Al contrario que la mayor parte de los narradores contemporáneos, que mostraban preferencia por la gran ciudad, por la urbe, yo me he aproximado a las pequeñas comunidades dominado por la idea de que la megápolis uniformaba al hombre, que cada día resultaba más difícil hallar en la gran ciudad a un individuo, a un hombre diferenciado. Me parecía que la urbe producía grupos de hombres iguales, indistintos; hombres en serie. El muestrario humano, con sus vicios y virtudes, el contraste, era más evidente en la pequeña capital o en el campo (…) Por eso, el aire libre, la Naturaleza, el hombre no mimetizado han sido a lo largo de 40 años las constantes de mi literatura”.
Calle de Puebla de Sanabria. © Juan Gómez Un viajero que amaba Castilla Miguel Delibes amaba Castilla y reivindicó su territorio, pero eso no le impidió viajar cuando nadie lo hacía y eso lo podemos comprobar en sus libros de viajes, donde se puede rastrear muy bien el alma del escritor. Pero él matizaba que viajar le sirvió para descubrir mejor Castilla y que cada nueva salida al extranjero le ayudaba a percibir un nuevo matiz de su tierra que antes le había pasado inadvertido.
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