Nos acercamos al libro de ensayo ‘Nietas de la Memoria’ para poner en valor a esa generación de mujeres luchadoras y silenciosas que afrontaron la posguerra con toda la dignidad que les dejaron. No se nos ocurre mejor forma de celebrar el Día de la Mujer que acercar a nuestras lectoras este homenaje.
Libro ‘Nietas de la memoria’ de la editorial Bala Perdida. El libro de ensayo Nietas de la memoria no habla de mujeres oficialmente relevantes de la sociedad, de grandes descubridoras o de eminentes intelectuales, sino de heroínas anónimas, que hicieron cosas extraordinarias en épocas oscuras de guerra, posguerra, hambre, frío, penurias, sumisión, tragedias y tristezas. Cuenta cómo, a pesar de todo, consiguieron subsistir, modélicamente, ellas solas. En muchas ocasiones resolviendo las necesidades de su familia o enfrentándose a episodios terribles.
La lectura de Nietas de la Memoria , Premio Estandarte 2020 al mejor libro de ensayo del año (disponible en Amazon ), es una lectura muy aconsejable siempre. Pero más estos días de celebración del Día de la Mujer . Editada por Bala Perdida, que dirige Lorena Carbajo –especialmente sensible a los temas femeninos–, esta obra es conmovedora. Reivindica el legado de nuestras abuelas, de todas aquellas mujeres que construyeron y sufrieron una historia oscura de machismo y guerra. Una intrahistoria que, en justicia, hoy debe salir a la luz para recuperar lo que fuimos, entender lo que somos y agradecer a estas mujeres su aportación a lo que tenemos hoy. La introducción del libro lo dice todo: “Porque fueron somos y porque somos, serán”.
La mayoría de estas mujeres nunca fueron conscientes de palabras como feminismo o machismo . Muchas sufrieron represalias políticas y estuvieron sometidas a los hombres, al Estado, a la religión, a los guardianes de la moral y a los medios de comunicación. Pero, sin tener conciencia de ello, lucharon por esa igualdad de género que hoy celebramos.
La periodista Sara Plaza Casares, su abuela María y su bisabuela Vicenta. El proyecto #lasperiodistasparamos Las vidas calladas, duras y abnegadas de estas mujeres fuertes y valerosas están en el origen de los 10 conmovedores relatos, escritos por mujeres periodistas y comunicadoras de toda España, que narran las vidas –desgarradoras en su mayoría– de sus antepasadas.
Trece protagonistas anónimas , olvidadas por una Historia escrita desde el punto de vista masculino. Por eso, este libro se propone ser un homenaje de justicia a todas esas mujeres, nuestras madres o abuelas, que abrieron generosamente el camino, en una época muy dura, sin ayudas ni reconocimientos. Y con todo tipo de dificultades económicas y sociales.
El proyecto de ‘Nietas de la Memoria’ surge del movimiento #lasperiodistasparamos , nacido el 8 de marzo de 2018.
Esta iniciativa reivindica el derecho a la memoria histórica de estas mujeres que quedaron en el anonimato, a pesar de haber contribuido, a su manera, a la lucha feminista. De esta reflexión, de las lágrimas de sus nietas recordando las historias de sus abuelas nace Nietas de la Memoria .
Fotografías de las abuelas Luz y Benita el día de su boda. 13 abuelas en la memoria, 13 vidas En esta fotografía heterogénea, mosaico de experiencias en diversos lugares de España, de esa aciaga época de Guerra Civil y Posguerra, se narran diferentes historias de mujeres con orígenes diversos. Con vivencias más o menos dramáticas pero todas llenas de coraje y con la misma voluntad de resistencia ante las adversidades.
Mujeres con nombre propio como Juana, Juliana, Isabel, Cristina, María, Lorenza, Angelines, Luz, Lola, Benita, Vicenta, María y Coronada. La mayoría de ellas no fueron ni ricas, ni reconocidas . Solo contaban para sus familias, a las que sacaron de mil y un problemas con su lucha, entereza y bravura, trabajando de sol a sombra en los campos o en las ciudades.
Abuelas Juana y Juliana. La abuela Juliana La abuela Juliana , por ejemplo, tuvo que hacerse cargo ella sola de toda su familia al emigrar su marido a América, sacando adelante su pequeño negocio de chocolate, además de sufrir el asesinato de un hermano en la guerra.
La abuela Juana Especialmente desgarradora es la historia de la abuela Juana . Huérfana, viuda de republicano y perseguida por ello, sufrió el terror de los bombardeos en Madrid y la pérdida de sus hijos evacuados (uno se lo roban, otro no lo vuelve a ver hasta muchos años después, instalado ya en Bélgica).
La abuela Benita También muy conmovedora es la historia “epistolar” de la abuela Benita y de Lola (madre e hija), separadas por la guerra durante años. Mientras Lola se tiene que exiliar a Francia siendo una niña, su madre verá asesinar a su marido y a su hermano, éste simplemente por ser un joven maestro durante la República.
La periodista Noemí San Juan, nieta de Lola y Benita, y su abuela Lola. La abuela María Otras de nuestras mujeres sufrieron la cárcel (a menudo, pagando las penas de los maridos u otros familiares). Como la abuela María que, después de pasar penalidades desde niña, fue encarcelada durante la guerra en Burgos, donde regentaba un modesto restaurante junto a su marido, éste también retenido en prisión. Al quedarse sola, tuvo que hacerse cargo del negocio, junto a sus hijos pequeños, en una época en que las mujeres no tenían formación.
Angelines, Lorenza, Vicenta y tantas otras Muchas no tenían estudios y trabajaban de criadas o niñeras como Angelines . O en el campo, deslomándose, como Lorenza . O vendiendo ilegalmente flores de papel por Madrid, como la abuela Vicenta que, después de perder a su marido por una tuberculosis contraída en prisión, decidió mantener sola a sus hijos, a los que no dejó que evacuaran.
Historias de sumisión No hay que olvidar que estas mujeres vivieron en una época en la que sus derechos estaban vulnerados y ellas completamente discriminadas. Eran como niñas tuteladas para todo, por todos los hombres . Desde el padre y el hermano hasta el novio o el marido aunque, en la práctica, llevasen ellas las riendas. Como dice la abuela Angelines: “los nombres de niñas y mujeres casi siempre acababan en sufijos como ina, ita…, como si fuéramos muñequitas, como si nunca fuéramos adultas y se nos tuviera que empequeñecer ante los hombres en general”.
Era, pues, inconcebible que estudiaran. El caso de Cristina es un claro ejemplo de sumisión de la época. Abocada a trabajar en un taller como aprendiza, donde se formó en el oficio de costurera (algo muy habitual para las mujeres de clase modesta de aquel entonces), nunca pudo cursar estudios. Total ¿para qué? Las mujeres, como decía Pilar Primo de Rivera, delegada nacional de la Sección Femenina, “no eran más que un eterno deseo de encontrar a quien someterse”. Debían ser esposas fieles, buenas madres y proveer al Estado de patriotas. Eso o ser monja.
La abuela Cristina de joven y sus amigas. En este libro, Cristina declara haber sentido que le robaron su niñez y juventud. Intentó volver a trabajar después de casarse, pero su marido se opuso. Entonces, la Ley de reglamentaciones laborales de 1942 impulsaba a la mujer, al casarse, a abandonar su puesto de trabajo “voluntariamente”. Después de 2 años, podían volver pero pocas lo hacían porque la presión en contra era muy grande.
Miedo y hambre El miedo es un denominador común de estas abuelas. Un miedo “que no te dejaba pensar ni dormir”, como dice María. Ya ancianas, mucha de ellas, todavía piensan que es “mejor no significarse” , imbuidas de aquel pánico y ambiente de desconfianza que vivieron durante la guerra y los años posteriores.
En aquella España de desconfianza y silencios, un país en blanco y negro, muchas de estas mujeres, golpeadas por las desgracias y muertes, se vistieron de negro para el resto de sus días, como Juliana o Benita.
Vírgenes al matrimonio La sexualidad también es un capítulo negro en estas vidas. Por supuesto, había que ir virgen al matrimonio sin saber nada y, para no quedarse embarazadas por enésima vez, se introducían perejil en la vagina o agua caliente con vinagre. A veces, se quemaban la matriz y había que extirparla, como le ocurrió a Juliana. La mayoría paría sin control, en casa, muriendo en muchos casos como le pasó a la madre de la abuela Luz. Se desangró, dando a luz a su hijo número 16 , suceso que, indirectamente, llevó a la ruina a la familia.
La periodista Isa Gaspar y su abuela Coronada. Un hambre feroz que llevaba a comer de todo Y, cómo no, el hambre feroz y la desnutrición de la población recorren todo el libro. La abuela Coronada habla de cómo se comían, en su pueblo de Extremadura, los gatos, los lagartos, las cáscaras de naranja y la piel de las zanahorias. Las gachas de avena o la harina de almorta (ésta última tomada en exceso, algo que se hacía a menudo, podía ser tóxica), junto al llamado “arroz de Franco” (trigo con almejas o cazón) eran recurrentes. Como dice Cristina con ironía, “los artistas de los fogones eran nuestras madres, no los chefs de hoy en día”.
A pesar de tantas penurias, todavía, muchas de estas abuelas luchadoras encaraban con buen humor su suerte. Como la enternecedora abuela Isabel , que durante toda su vida tuvo una sonrisa a punto.
La periodista Isabel Donet y su abuela Isabel Vivas. ¿Quieres contar la historia de tus abuelas? Nietas de la Memoria nace como un proyecto colectivo y su continuación es el blog Nietasdelamemoria.com . Aquí, las 10 periodistas autoras del libro recopilan historias de abuelas enviadas por sus nietas. Todas las interesadas pueden rellenar un sencillo formulario, enviar unas líneas y una foto y las autoras se encargarán de darle forma a los relatos. El objetivo es pasar de ser diez a ser miles, millones de nietas para recuperar las historias de nuestras antepasadas. Para que no caigan en el olvido tantas y tantas memorias. Hay que darse prisa porque esta generación de abuelas con sus testimonios se está apagando y más en esta época de pandemia.
© Fotografías cedidas por la editorial Bala Perdida.
También te puede interesar…
María Andresa Casamayor, la aragonesa que soñaba con números.
Hedy Lamarr, protagonista del primer orgasmo (fingido) e inventora de la tecnología wifi.
Escenarios poéticos y atormentados de la vida de Frida Kalho.