La ansiedad y la depresión son trastornos “de pastilla fácil” ante los cuáles se ha producido una “prescripción de gatillo fácil”. En estos tiempo de pandemia, “muchos problemas sociales están siendo medicalizados”. Los profesionales hacen una llamada a la prudencia ante ansiolíticos, antidepresivos y calmantes, aunque reconocen que “la gente está sufriendo y el uso de estos medicamentos puede estar paliando la situación de angustia».
Es más rápido extender una receta que ahondar en el problema. © Ben White Si yo digo Diazepam, Valium, Lorazepam, Trankimazin o Lexatin, ¿por qué todos sabemos de lo que estoy hablando? Si estuviera hablando de medicamentos para el riñón o para el hígado no lo sabríamos. ¿En qué momento hemos normalizado que para que nuestra sociedad funcione tenemos que vivir permanentemente medicados? ¿Cuándo nos hemos acostumbrado a que esto sea una cosa normal?».
Era la reflexión de Íñigo Errejón en el debate de la sesión de control al Gobierno celebrada en el Congreso de los Diputados. El líder de Más País alerta de una «ola de salud mental» y no le falta razón. La ONU ya ha advertido de una crisis psicológica masiva si los países no aumentan sus recursos para mejorar la inversión en salud mental.
Según el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) realizado en febrero de 2021, un 5,8% de la población ha recibido un tratamiento psicofarmacológico desde que comenzara la pandemia. Entre ellos destacan los ansiolíticos (un 58,7%) y los antidepresivos (41,3%), seguidos de los calmantes o las pastillas para dormir . Casi el 69% lo ha tomado por lo menos durante tres meses y un 77% sigue tomándolos en la actualidad debido a algún trastorno mental.
Un 5,8% de la población ha recibido un tratamiento psicofarmacológico desde que comenzara la pandemia. © Elsa Olofsson “Muchos problemas sociales están siendo medicalizados” “La impresión es que la gente está sufriendo y que el uso de estos medicamentos puede estar paliando la situación de angustia”, reconoce Enrique Gavilán. Este médico rural, miembro del Laboratorio de Polimedicados (polimedicado.org), cree que “la sociedad en que vivimos genera entornos donde tenemos cada vez más angustia y menos recursos para afrontarla”. Para él “no es solamente una cuestión de tomar o no ansiolíticos”.
Aunque originalmente están reservados para patologías relacionadas con la ansiedad, en el día a día los ansiolíticos se utilizan para cuestiones que no son enfermedades o problemas de salud mental, sino que se usan como paliativos para síntomas cotidianos. Estos medicamentos pueden producir un alivio momentáneo y por eso se ha producido un aumento considerable de su consumo en los últimos años.
Ansiolíticos, anestesia para el alma El problema es que en muchas ocasiones, los ansiolíticos se toman “como una panacea para resolver diversas angustias o aliviar el sufrimiento provocado por los problemas de la vida”, explica Maribel Rodríguez. Para esta Doctora en Medicina y Psiquiatra, los ansiolíticos “terminan siendo una medicación que anestesia o enmascara el sufrimiento, dando una “solución” fácil a ciertos tipos de dolencias anímicas. Como estos fármacos producen un alivio rápido para la ansiedad, muchas personas se acostumbran a un consumo crónico”. En lugar de recurrir a otras medidas más adecuadas para tratar la ansiedad, como la psicoterapia, o para resolver lo que la causa.
De este modo, “corremos el riesgo de convertir la medicación en un mecanismo para afrontar la ansiedad y el estrés, sin asumir otro tipo de responsabilidades, o métodos para aprender a manejarnos con ello. Esto puede acabar generando un alto porcentaje de personas que no se hacen cargo de su vida, o que intentan resolver problemas psicológicos, sociales o incluso económicos sin asumir responsabilidades ni dar soluciones, sino solamente anestesiando su malestar ”.
Este tipo de medicación anestesia o enmascara el sufrimiento. © Little plant Adicción a los ansiolíticos, un problema real La Doctora Rodríguez alerta del alto porcentaje de personas que se han vuelto adictas a los ansiolíticos . Una adicción que se suma a sus padecimientos previos. En su opinión, “la intervención fácil, que es prescribir un ansiolítico, acaba generando una dinámica de abuso de sustancias que puede llevar a quienes las consumen a una pasividad”. Es decir, personas que no se enfrentan a las cuestiones que necesitan trabajar y no resuelven sus problemas. Ven la medicación como la “solución” a sus padecimientos. Los medicamentos, al menos, les permiten olvidarse algo de ellos.
“A las mujeres se nos psiquiatriza” “Muchos problemas sociales están siendo medicalizados, hay mujeres maltratadas a las que les mandan antidepresivos”, denuncia la Doctora Miriam Al Adib, que se pregunta “por qué a las mujeres se nos psiquiatriza”. Problemas psicológicos que en lugar de ser tratados con psicoterapia se abordan con psicofármacos ; problemas biológicos, como el hipotiroidismo, la anemia o la endometriosis, se consideran psicológicos; y los problemas sociales, como el maltrato, pasan de ser psicológicos a psiquiátricos: “al final todo lo pasamos al mismo saco, el de la psiquiatría”, asegura esta ginecóloga y obstetra de Extremadura.
Las cifras le dan la razón. El porcentaje de hombres que aumentó el consumo de psicofármacos durante el confinamiento fue de 7,6%, mientras que en el caso de las mujeres fue del 15,4%”, según una investigación sobre las consecuencias psicológicas de la COVID-19 y el confinamiento.
Muchos pacientes con síntomas depresivos, sin embargo, no buscan tratamiento porque creen que la ayuda no les servirá o que su problema no tiene solución. Mientras que otros reciben medicación para el insomnio o la fatiga pero no un tratamiento psicológico para abordar el origen del problema. Son trastornos “de pastilla fácil” en opinión de Roberto Sánchez, presidente de la plataforma Nogracias (nogracias.org). Pone como ejemplo el imsomnio: “en vez de intentar técnicas que puedan ayudar a mejorarlo, le sueltas la pastilla”.
En las consulta se recurre al alivio rápido de los síntomas. © Sydney Sims Durante la pandemia “ha habido prescripción de gatillo fácil” Cada vez más personas piden ayuda porque tienen ansiedad y la situación se ha agravado por la pandemia. En estas condiciones, muchas recurren a su médico de familia, que no suele disponer de tiempo suficiente para abordar en profundidad este tipo de cuestiones y recurre al alivio rápido de los síntomas.
Roberto Sánchez considera que durante la pandemia “ha habido prescripción de gatillo fácil”, que se ha unido a las consultas por teléfono. “Hay que contar con las barreras de acceso al sistema, no has tenido la oportunidad de charlar con el paciente y es verdad que esto ha hecho que haya aumentado la prescripción cogida por los pelos”, reconoce. Sin embargo, en su opinión en Atención Primaria “hay una conciencia de intentar medicalizar lo menos posible ”.
«A veces, medicar es la única opción hasta que el paciente puede ser atendido por un profesional de la salud mental». Los médicos de familia pasan consulta cada 4 minutos Para Enrique Gavilán, “la falta de alternativas que tenemos en Atención Primaria es clara: es mucho más fácil recetar que dedicar el tiempo que necesita la persona para escucharla. El día que me den la varita mágica para solucionar esos problemas sin ansiolíticos… me da la sensación de que nadie habla de las condiciones en que realizamos nuestro trabajo”, se queja. Y recuerda que los médicos de familia pasan consulta cada 4 minutos y son los que atienden el día a día de los pacientes.
Por eso pide que no se carguen las tintas sobre la persona, como si fuera una cuestión de actitud o de malos hábitos de prescripción de los médicos de familia. En su opinión, ésta es solo la punta del iceberg: “seguro que muchas cosas serían evitables o no son todas adecuadas. No hay ni un solo médico que pueda presumir de prescribir siempre lo correcto, pero de ahí a que los médicos hagamos un mal uso de los medicamentos, habría que mirarlo con detalle”, asegura.
«Este tipo de fármacos deberían prescribirse, si fueran necesarios, de forma transitoria». © Abbie Bernet “No hay recursos comunitarios para abordar este tipo de problemas” A veces, medicar es la única opción hasta que el paciente puede ser atendido por un profesional de la salud mental. Esto le puede suponer meses de espera en la sanidad pública. “En esa espera, lo que debería ser un tratamiento breve, para una situación puntual, se acaba convirtiendo en una dinámica de consumo constante. Esa adicción acaba generando otros problemas en la salud de quienes toman el medicamento de forma prolongada, como la dependencia a esas sustancias, la necesidad de aumentar las dosis para conseguir el mismo efecto, alteraciones en la capacidad de concentrarse o, incluso, más riesgo de deterioro cognitivo, cuando se toma a largo plazo”, explica la psiquiatra Maribel Rodríguez.
En su opinión, “estos fármacos deberían prescribirse, si fueran necesarios, de forma transitoria (durante unas pocas semanas), aportándose lo antes posible otras estrategias para el manejo de la ansiedad, como técnicas de relajación, ejercicio físico y un trabajo en psicoterapia que permita identificar las causas y resolverlas, hasta donde sea posible”.
La medicalización de la vida cotidiana y sus malestares ya existía antes de la pandemia. Consiste en querer dar respuesta a trances que todos tenemos en la vida –algunos lamentables, como los duelos o la problemática laboral–, tirando de psicofármacos. “Hay situaciones en que el paciente te viene con unos síntomas depresivos bastante claros, y si esa situación de sufrimiento se pasa de lo normal, le pones el medicamento”, reconoce Roberto Sánchez, presidente de Nogracias , que recuerda que el consumo “aumenta porque hay alguien que lo prescribe”.
Los antidepresivos no se deben recetar a la ligera. “Hay un arte en el tipo de medicación, son palabras mayores y hay que ser muy prudente” Para Roberto Sánchez, “la clave es seleccionar muy bien a quién le pones y el qué, por eso es tan importante la atención primaria. Si veo a un paciente un día con un malestar a lo mejor tomo otro tipo de información que si le conozco a él y a su familia”, explica. A ello se suma que no todos los pacientes tienen la misma vida o realizan la misma actividad laboral: “lo mismo le estás impidiendo conducir, tienes que tomar en cuenta los riesgos y beneficios”. Desde la plataforma Nogracias recuerdan que también hay una labor de elegir muy bien qué medicamento poner: “es muy importante saber cuándo y a quién se lo pones, que sea en unas circunstancias en que haya una razón consistente de peso, si ves claro que ese paciente vaya a necesitar una ayuda fármaco-psicológica”.
Además es importante tener cuidado con las interacciones de esos medicamentos. “Me parece también muy desacertado poner antidepresivos para procesos más leves, hay otros fármacos para trastornos moderados o severos; mucho trastorno tiene que tener ese paciente para tomar algo”. Y es que, como bien recuerda Roberto Sánchez, “hay un arte importante en utilizar el tipo de medicación adecuado, son palabras mayores y hay que ser muy prudente al poner esas medicaciones”.
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