¿Cuánto sabes de las minas de Asturias? ¿Y del papel de las mujeres mineras? Bajamos al Pozo Sotón, a 600 metros de profundidad, para acercarnos a la vida y reivindicaciones de estas féminas que, incluso desafiando a la ley, no temían a mancharse la cara de carbón.
Carboneras en el Lavadero de La Encarná, Hueria de Carrocera, San Martín del Rey Aurelio, Asturias. Años 50. © Archivo Histórico Minero. Las mujeres de las Cuencas Mineras siempre estuvieron presentes en las tareas relacionadas con el carbón, pero para ejercer como mineras, debieron hacerlo ilegalmente hasta el año 1985, cuando la denuncia de Concepción Rodríguez Valencia lo cambió todo. Hoy, el Pozo Sotón permite vivir una jornada en su interior a unos 600 metros de profundidad. Esta impactante experiencia arroja luz sobre el complicado papel de las mujeres mineras al ejercer una labor históricamente masculina.
“Al regresar de un viaje se nos olvidan los datos pero jamás se nos olvidará lo que nos hizo sentir”. María Suárez es una de las mujeres mineras que nos acompañará dentro del Pozo Sotón. La visita muestra cómo funciona el interior de una mina, pero sobre todo, zarandea la memoria industrial asturiana .
Grupo de mujeres durante la visita al interior del Pozo Sotón. © Francisco Cabal. Una Asturias desconocida Las Cuencas Mineras del Nalón y del Caudal podrían identificarse con el mismo nombre que define al Pozo Sotón . Un gran soto, un terreno poblado de árboles a la orilla de un río. El cielo gris garantiza que el entorno de Langreo y Mieres viva inmerso en una exultante amazonía con aroma a sidra y aspecto industrial. En el skyline del Corredor del Nalón , la carretera AS-117 se eleva sobre una escombrera de carbón y deja a su paso una hilera de castilletes, símbolo de prosperidad que transportaba a personas y mercancía hacia el subsuelo de la mina. Hoy, la mayoría de castilletes han sido abandonados, o con suerte, reconvertidos, como el Archivo Histórico Minero o el Museo de la Minería , ubicado en un falso castillete.
Detalle del exterior del Pozo Sotón. © Kelu Robles Antiguos economatos, sanatorios, viviendas que hospedaban a ingenieros solteros y una central térmica cerrada asoman por un frondoso paisaje. La actividad de la fábrica de Bayer sirve de revulsivo para la economía de la zona, aunque el turismo industrial es otra de sus grandes esperanzas.
“El Patrimonio industrial tiene que reivindicarse. Si nadie cuestiona que la catedral de Oviedo debe conservarse, esto tampoco debería», reclama Mónica García, Asesora Científica de Hunosa.
En los economatos, los trabajadores adquirían productos a un precio inferior al de otros comercios. © K.R. Mujeres mineras, las peores labores Las mujeres mineras trabajaban extraoficialmente como carboneras, escogedoras, atropadoras, aguadoras, vagoneras, guardabarreras, pizarreras y escombreras en el terreru –una de las peores labores–, pero no podían adentrarse en la mina bajo ningún concepto. La aparente variedad de tareas escondía la imposibilidad de promoción profesional.
Las viudas de mineros usaban los carnets de sus difuntos maridos para trabajar ilegalmente en la mina y cobrar un jornal superior.
En el terreru , mujeres y niños lavaban y seleccionaban pedazos de carbón que se aprovechaban para el consumo en el hogar. Si posteriormente desarrollaban silicosis , su afección no sería reconocida como enfermedad profesional, ya que había sido contraída en el exterior.
Carboneras en el Lavadero de La Encarná. © Archivo Histórico Minero. La sentencia que lo cambió todo Concepción Rodríguez Valencia solicitó en 1985 el ingreso en la empresa minera estatal Hunosa para cubrir una de las 900 plazas de ayudante minero que habían sido convocadas. A pesar de ser declarada apta para el desempeño del puesto, todas las vacantes fueron cubiertas por hombres. Tras años de lucha en los tribunales, una histórica sentencia de la Sala Primera del Tribunal Constitucional reconoció en 1993 su derecho a una de las plazas en igualdad de condiciones que los varones que superaron las pruebas.
Con ella, las puertas del interior de las minas asturianas se abrieron definitivamente para las mujeres.
Concepción Rodríguez Valencia, primera minera reconocida de España en los 90. © Revista Pronto Una visita al interior del Pozo Sotón “Esto no es una visita turística, es un recorrido real por nuestras instalaciones”, advierte Víctor Cabo, uno de los mineros de Hunosa que ejerce de cicerone en el interior del pozo, aunque matiza: “No somos guías, somos mineros”. El subsuelo carece de adaptaciones edulcoradas para el turismo. La actividad adentra al público en una mina real durante cinco horas y en igualdad de condiciones que cuando se extraía carbón entre los años 1922 y 2015. Hoy, este gran pozo de doble castillete , conocido como la Catedral Minera y declarado Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento, se dedica a la divulgación y al turismo.
Doble castillete del Pozo Sotón. © K.R. Cada arco del interior de la mina soporta hasta 800 toneladas de presión. Conviene no tener muy presente esta idea en el interior. «La tierra se comporta como un ser vivo, busca permanentemente recuperar su lugar», menciona el minero Luis Pedro Jurado, que incide en la importancia del trabajo diario para evitar que el agua inunde los pasos y mantener seguras las instalaciones. De dos mil trabajadores que extraían carbón de hulla cuando la mina estaba activa, hoy apenas ochenta mineros continúan trabajando en su mantenimiento.
Más de seis mil kilómetros de túneles –más distancia que entre Madrid y Nueva York– perforan el interior de Asturias.
Antes del esperado descenso, un equipo de Hunosa nos entrega una caja que contiene calcetines de lana, calzoncillos, tapones para los oídos, un mono, botas de agua, guantes y una camiseta. Los accesorios para el aseo final también serán fundamentales, el polvo de hulla invadirá cada centímetro de piel a la vista.
Momento durante la visita exterior, en la sala de máquinas. © HUNOSA Tras recibir una charla de seguridad , recorremos uniformados el exterior del Pozo Sotón. Quienes por cuestiones físicas o de edad no pueden adentrarse en el subsuelo –la entrada a menores de 16 años no está permitida–, tienen la posibilidad de acceder a la sala de máquinas –el pulmón que bombea aire a la mina– y conocer las maquetas que reproducen el interior.
Instalamos una lámpara en el casco y un rescatador atado a la cintura de cuatro kilos de peso –filtra el aire en caso de escape de gas grisú–. Ambos elementos completan la aparatosa indumentaria. Su entrega se realiza en la lampistería , donde el lampistero enumera quién entra y quién sale de la mina, y con ello, ejerce un papel superior: comprobar que todos hemos vuelto sanos y salvos.
Detalle del rescatador y la batería de la lámpara con su número correspondiente. © K.R. Nos despojamos de teléfonos móviles y cámaras de fotos para evitar cualquier riesgo de explosión.
Ningún aparato electrónico está permitido en el interior de la mina sin permiso previo del Ministerio de Industria. El ambiente potencialmente explosivo justifica esta medida.
Una pequeña imagen de Santa Bárbara , patrona de los mineros, nos despide antes del embarque. Carteles de seguridad se suman a los de sindicatos que recuerdan antiguas reivindicaciones, hasta que por un momento, una alarma ensordecedora detiene todos nuestros movimientos. La llaman turullu . Su sonido aturulla –de ahí su apodo–, pero su labor es crucial. Si no ha sonado el turullu , no podemos bajar a la mina. Así, los responsables de las detonaciones se aseguran de que no hay trabajadores en su interior.
Once pisos bajo tierra Nuestra primera parada se encuentra a 386 metros, en la octava planta subterránea. Apuramos el pequeño espacio de la jaula que nos llevará hacia el interior del pozo, donde tomamos contacto con la oscuridad y las estrecheces de la primera prueba: descender por una chimenea vertical .
Momento durante la visita interior en una de las galerías. © Francisco Cabal De las chimeneas se extrae carbón, aunque también sirven como salida de emergencia y conducto de ventilación. Su nombre técnico coincide con su forma: Jota. Nos deslizamos entre sus mampostas y bastidores encajados a presión, carentes de masillas ni otros elementos de sujeción.
Quien no sea capaz de asumir el primer descenso, puede elegir otra vía para continuar la experiencia.
El estrecho atajo de la Jota desemboca en el noveno piso, donde las locomotoras se desplazan a 12 kilómetros por hora en galerías que albergan elementos de seguridad y alguna pintada furtiva de mineros que escribían mensajes de amor a sus parejas.
Las galerías complicadas suelen recibir nombre de mujer.
Martillos neumáticos ayudan a barrenar las galerías. © Francisco Cabal Barrenar y picar En los cinco kilómetros de recorrido realizamos pequeños trabajos. Las rozadoras extraen carbón, pero hay rincones que sólo se pueden horadar a mano. Basta con barrenar unos milímetros de galería y arrancar unos pedazos de carbón con un martillo neumático para comprobar la exigente talla física de los mineros. (Y de paso, la pésima nuestra).
Dos pisos repletos de peldaños imposibles de hasta 43 grados de inclinación nos conducen hacia el punto más profundo de la visita, a casi 600 metros , el doble de la Torre Eiffel. Después de caminar y trepar por chimeneas, barrenar y picar, ha llegado el momento, cinco horas después, de regresar al exterior, acurrucados de nuevo en la jaula que nos devolverá hacia la luz del día.
Ahora ya sabemos qué se siente dentro de una mina.
Un momento de pausa durante el regreso al exterior. © KR El Pozo Sotón En la antigua casa de aseos del Pozo Sotón, el CEMM, el Centro de Experiencias y Memoria de la Minería muestra la historia de Hunosa a través de elementos reales y virtuales. Las temáticas van desde la vivienda obrera, el economato o el botiquín, hasta el papel de la mujer en el mundo de la minería.
Si te animas a vivir esta experiencia, consulta todas las modalidades de visitas en el Pozo Sotón –la interior larga, corta, exterior, el CEMM– y selecciona en esta web la que más se ajuste a tus preferencias.
Entorno del Pozo Sotón. © Kelu Robles También te puede interesar… 8 planazos para descubrir Oviedo con amigas .
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