Clásica y moderna, Mérida, la capital del estado de Yucatán, ofrece la escala justa para disfrutar de la cultura, la gastronomía y la historia de México. Rodeada de un ecosistema único, la “ciudad blanca” conserva lo mejor de las costumbres y es la puerta del maravilloso mundo maya. Y desde aquí te recomendamos continuar viaje haciendo una excursión a las ruinas de Uxmal o a las playas de Progreso. Por Cris Aizpeolea
Calles de Mérida, Yucatán (México). © Matt Hanns Schroeter Calzado cómodo, agua envasada, sombrero y protector solar, son el equipo básico para explorar Mérida. A 300 kilómetros por autopista de la frenética Cancún, la capital del estado de Yucatán es la contracara del ruido y tiene una estupenda oferta para disfrutar por cuenta propia, libre y sin riesgos. Es una ciudad segura.
Clásica y moderna, en los últimos veinte años experimentó un fuerte crecimiento que confirman los desarrollos inmobiliarios, el parque automotor y su casi millón de habitantes, pero no perdió el encanto de su pulso tranquilo. La llaman la “ciudad blanca” por la piedra caliza que distingue las casonas señoriales y edificios de su refinado patrimonio y, también, por las guayaberas y huipiles que viste la gente para acompañar un verano casi perpetuo. En invierno, puede tener máximas de 30 grados.
Palacio Cantón, Museo Regional de Antropología. © Álvaro Rosado Qué hacer en la Mérida mexicana De paseo por Montejo Fundada en 1542 sobre la antigua ciudad maya Thó por Francisco de Montejo “El Mozo”, Mérida forjó su esplendor a la luz de la industria del henequén (hilo sisal) que, hasta la llegada del nylon, exportaba al mundo entero y le rindió notables beneficios. El “oro verde” alimentó poderosas haciendas, recicladas hoy como restaurantes y hoteles boutiques, y explica el tesoro de su arquitectura urbana. Apenas una muestra, son los palacios neoclásicos y las mansiones que los hacendados y las familias acaudaladas construyeron sobre el Paseo de Montejo .
Museo del Cacao y bancos «Tú y yo» de Mérida (Yucatán). © Cris Aizpeolea Se ofrecen glamorosos paseos en coches de caballo pero nada se compara a recorrerlo a pie, misión que puede durar una hora, toda la mañana o la tarde entera. Y es bello de noche también. Hay bares al paso, tiendas de diseño, locales de buena artesanía, comercios, museos, galerías y bancos en la plaza para sentarse a mirar.
El Museo Regional de Antropología , en el 485 del Paseo de Montejo, fue el palacio de la familia Cantón. La Casa (en el 495) conserva el mobiliario de cuatro generaciones. Al frente, en el 474, está la tradicional heladería El Colón , de 1907, que perturba todo lo conocido con sabores como la guayaba y el elote (choclo). En el 490, está el Museo del Cacao , que invita con una ilustrativa visita, degustación incluida. Todo eso, en apenas dos cuadras.
Heladería Colón, en Mérida. © Cris Aizpeolea Desde el Monumento a la Patria (de piedra, tallado a mano, que resume la historia del país), son unos 1.600 metros hasta el remate. En el final, que en realidad es el principio de la avenida más larga de la ciudad, que tiene en total 6 kilómetros, está la escultura de Los Montejo. Ocurre que “El Mozo”, junto con su padre y su primo (los tres se llamaban igual) conquistaron varios pueblos mayas y los evocan en toda la península con plazas, calles, escuelas y parques.
Antojitos yucatecos, en Mérida (México). © Cris Aizpeolea Comer y beber en Santa Ana En el antiguo barrio de Santa Ana (se llega caminando desde Montejo) siempre es buena hora para los “antojitos yucatecos”. Abierto de la mañana a la noche, al borde de una plaza seca, el mercado recibe locales y viajeros. Tiene la escala justa para sentirse a gusto, ni muy ruidoso ni multitudinario.
La señal ineludible son las sombrillas, los manteles de hule rojos y los puesteros voceando y agitando las cartillas con el menú. Ofrecen tacos, salbutes, panuchos… Distintas formas de decir tortilla de maíz, con carne en tiritas o hebras; salteadas con verduras crudas y cocidas; y siempre con palta, limón, cilantro, salsa picante y muchas servilletas de papel para salir indemnes. La orden de tres piezas con bebida sin alcohol ronda los 100 MXN, casi 5 euros. En algún momento de la estancia hay que probar también la sopa de lima, la cochinita pibil, los papadzules y la refrescante agua de jamaica, morada como el vino, a base de té frío de flores de hibiscus.
Iglesia de Santa Ana, en Mérida (México). © Cris Aizpeolea Iglesia de Santa Ana A algunos metros del mercado está la iglesia de Santa Ana , de 1733. Patrimonio nacional, con doble campanario y sencillo interior, fue construida sobre una antigua plataforma maya por iniciativa del capitán Antonio de Figueroa. La iglesia fue también su sepulcro, ya que murió al año siguiente en una batalla con piratas ingleses, según informa la lápida de la puerta.
Es posible que al salir se acerque respetuoso algún artesano ofreciendo sus flores tejidas con hojas de palma. Noble amuleto para el viaje, son preciosas y las hacen en minutos con gran habilidad, a cambio de una colaboración. Y una sonrisa.
Galerías interiores de la Casa Montejo, en Mérida (México). © Cris Aizpeolea Las perlas de la ciudad En Mérida, salvo las avenidas, todas las calles se numeran de dos en dos. Las impares se cruzan con las pares, criterio que rige también en las colonias residenciales. De ese entramado a veces caprichoso, la llave para entrar y salir del Centro Histórico es la Calle 60, que desemboca en la Plaza Grande, remodelada en 1915, cuando incorporó las primeras “sillas confidentes” o bancos “Tú y yo” , todo un icono de Mérida.
Como en toda ciudad colonial, los principales edificios de gobierno miran hacia ese Zócalo que nunca descansa. La “perla” es el portal de la Casa Montejo , original de 1549, esculpido en piedra, pleno de referencias a la conquista. En su interior funciona un museo de arte.
Catedral de San Ildefonso, en Mérida (México). © Cris Aizpeolea Encerrada en la trama urbana, conviene alejarse un poco para apreciar en su magnitud la Catedral de San Ildefonso , de tres naves, dos torres de estilo morisco y una solidez que corta el aliento. Es la más antigua de México , de 1562, y los viernes por la noche le presta sus muros a coloridas sesiones de videomapping . Pegadito al lado está el Pasaje de la Revolución, abierto 24 horas, techo de vidrio, con una impactante serie de figuras humanas que mutan a inoxidables. En Mérida, el arte al paso es parte del plan.
Pasaje de la Revolución de Mérida, Yucatán (México). © Cris Aizpeolea Cantar y bailar en Santa Lucía La magnética 60 es también la calle de los teatros (el neoclásico José Peón Contreras y el palacio de la Música, dos imperdibles), de la sede principal de la Universidad Autónoma de Yucatán y del Parque Santa Lucía . Esta plaza, corazón del barrio del mismo nombre, es tan antigua como el Zócalo, época en que tuvo una ermita para los esclavos negros. Hacia 1800, adoptó los arcos y los pórticos actuales donde pululan los bares y restaurantes.
Conservando el perfil colonial de casas bajas, toda la zona es hoy un animado polo gastronómico, epicentro de tiendas de artesanías, hoteles y librerías. Los jueves a las 21, como hace 55 años cuando venía Armando Manzanero, suben los músicos al escenario para darle rienda suelta a las serenatas hasta la madrugada.
Plaza de Santa Lucía, en Mérida (México). © Cris Aizpeolea Excursión a Uxmal, un mundo maya Patrimonio de la Humanidad, a una hora de Mérida , Uxmal es la ciudad más importante de la Ruta Puuc. Este estilo arquitectónico de la cultura maya, muy delicado y decorativo, de columnas y muros lisos con frisos ornamentales, es propio de los años 1000 a 500 a.C.. Integra también otros cinco sitios arqueológicos de Yucatán, algunos con sus estructuras aún tapadas por la selva circundante.
Ruinas de Uxmal. © Cris Aizpeolea Con suelos fértiles para la agricultura, Uxmal superó varias ocupaciones y llegó a tener 25.000 habitantes bajo el mando de un selecto grupo de sabios que planteaba las reglas e intermediaba ante los dioses. Sin cenotes alrededor, almacenaban el agua en una compleja red de cisternas. Y adoraban a Chac, el dios de la lluvia, cuyos mascarones están en los aleros y frentes de la mayoría de los edificios. Para rendirse ante la belleza de los detalles, la pirámide del Adivino , el cuadrángulo de las Monjas, la casa de las Tortugas, el palacio del Emperador y la plaza de los Pájaros.
📍Abre de lunes a lunes, de 8 a 17 horas, entrada a 500 MXN (23 €). De noche, ofrece un espectáculo de luz y sonido (640 MXN, unos 30 €).
Las playas de Progreso están a sólo 30 km de Mérida. © Cris Aizpeolea Bonus track: ruta de los Conventos Mérida es también el punto de partida de la Ruta de los Conventos, construidos en los siglos XVI y XVII en medio de aldeas que conservan las tradiciones del Yucatán más profundo (y donde se come muy bien). Está a 95 km de la Reserva de Celestún, en el Golfo de México, y es el refugio de una de las mayores poblaciones de flamencos rosados del mundo. Los tours de cenotes, las haciendas de los alrededores y las escapadas a las playas de Sisal o Puerto Progreso , la confirman como un destino inagotable.
Flamencos en Yucatán. © Dick Hoskins Más información en la web de Turismo de México.
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