El viaje de Sania Jelic llega a su fin en Colombia, donde visita sus dos principales focos turísticos costeros. El primero, Cartagena de Indias, una ciudad volcada al turismo de masas, y el segundo, Santa Marta, que guarda uno de los secretos mejor guardados del país: la Ciudad Perdida. De este modo, ha puesto un broche de oro a su viaje en solitario por Sudamérica.
Sania con un mural de Gabriel García Márquez en Cartagena de Indias. © SJ Colombia es un país que siempre sorprende, tanto en el interior como en la costa. En esta crónica me detendré en dos polos turísticos muy importantes pero también diferentes entres sí: Cartagena de Indias y Santa Marta. Para empezar, dos datos que interesa saber de Cartagena de Indias es que fue fundada en 1533 y declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1984. Durante siglos ha sido escenario de numerosas batallas e intentos de conquista y piratería. De ahí sus fuertes murallas. De hecho, su arquitectura militar fue declarada la Cuarta Maravilla de Colombia.
Un poco de historia de Cartagena de Indias Cartagena de Indias ya en la época colonial tenía uno de los puertos más importantes de América y el mayor punto de comercio de esclavos traídos de África. A finales de siglo XVIII, vivió una época de gran crecimiento e incluso los virreyes se mudaron a Cartagena desde Bogotá. A este momento, siguieron épocas de crisis pero desde 1930 la ciudad ha incrementado la población debido al auge de la economía y, desde 1990, además, por la llegada de inmigrantes del interior de Colombia a causa de la crisis económica y la inestabilidad política.
En Cartagena de Indias me encontré muchísimo turismo, rascacielos en construcción en pleno ‘boom’ inmobiliario, muchos turistas americanos, cruceros, taxistas pícaros con ganas de cobrar el doble, vendedores ambulantes que vendían todo por “sólo 10 dólares, mami”.
Torre del Reloj de Cartagena de Indias. © SJ. Cartagena y el turismo, una relación complicada En Cartagena tuve la sensación de que puede morir de su propio éxito como destino turístico. El bonito e interesante barrio Getsemani, con fantásticos murales y grafitis está lleno de bares y restaurantes, puestos de comida callejera, animada vida nocturna… El Casco Antiguo, con preciosos edificios coloniales y rincones llenos de historia, estaba salpicado de vendedores de recuerdos, comida, bisutería, artesanía… cada cual promocionando la mercancía a gritos.
El bus turístico, hop on-hop off , de doble piso circula pero sin horario. Tan pronto pueden aparecer 3 autobuses de golpe, como no llegar ninguno durante una o dos horas. Tuve la impresión de que estaba siendo timada en todas las esquinas, aunque sin sensación de peligro porque hay muchísima gente en la calle. Dicho todo lo anterior, la ciudad es bella y espero que encuentren la manera de tener un turismo próspero combinado con servicios de calidad.
Calles de Cartagena de Indias. © SJ Santa Marta Tras visitar Cartagena de Indias puse rumbo al norte en una minivan “Berlinas” hacia Santa Marta, un popular destino veraniego nacional. El pueblo está dividido en dos partes: la primera, el casco antiguo, que está cerca del Parque de los Novios , cuenta con numerosos restaurantes y bares. La playa de esa zona es transitada mayoritariamente por gente del barrio, quizás más humilde.
La segunda zona es Rodadero , que se extiende paralela a la gran calle comercial que sigue la línea del litoral. En este lugar se puede ver muchos turistas nacionales, que son acechados por los vendedores ambulantes con todo tipo de mercancías: comida, bebida, bisutería, masajes… Cada uno de ellos con su música y herramientas se abre paso entre los grupos de personas sentados en sillas de plástico en círculos en la arena, riendo y bebiendo. Todo un espectáculo. El nivel de ruido es curioso, y lo bueno es que no hay ni amago de peligro. Eso seguramente contribuye a la popularidad del lugar.
Playa de Santa Marta. © SJ Cerca de Santa Marta está el Parque Nacional Tayrona , que destaca por su gran biodiversidad. Allí se pueden realizar rutas de trekking, observar la fauna, disfrutar de las playas e incluso dormir en cabañas o en un camping. En mi caso, opté por ir en busca de la “Ciudad Perdida”.
La Ciudad Perdida, visita esencial Había escuchado hablar de la Ciudad Perdida y eso despertó al Indiana Jones que llevo dentro. Para conocerla se pueden contratar los servicios de la agencia Expotur , una de las pocas que cuentan con licencia para operar en este territorio perteneciente a las comunidades indígenas Kogui, Wiwa, Arhuaco y Kankuamo.
La denominada Ciudad Perdida fue construida alrededor del siglo VIII por el pueblo indígena Tayrona y abandonada en el año 1650. Considerada uno de los principales yacimientos arqueológicos de Colombia, fue descubierta en 1976 y se abrió al turismo en 2005.
Sania ante unas escaleras en la ruta hacia la Ciudad Perdida. © Sania Jelic. El Parque Arqueológico Ciudad Perdida-Teyuna es un complejo sistema de construcciones, caminos empedrados, escaleras y muros intercomunicados por terrazas y unas quinientas plataformas sobre las que se construyeron centros ceremoniales, unas mil casas y almacenes de víveres. Debes tener en cuenta que este sitio arqueológico se encuentra a una altura de entre 900 y 1.300 metros de altura, siguiendo el río Buritaca.
Para visitar la Ciudad Perdida es necesario, por tanto, hacer un trekking de 4 o 5 días donde se emplea el mismo camino de ida y vuelta. La dinámica de la ruta es igual cada día: nos levantamos a las cinco de la mañana y se sale, ya desayunados, a las seis.
En el camino las experiencias no tardan en llegar: la estrecha carretera, los paisajes de jungla, el sonido de los pájaros e insectos… De repente un jinete indígena con mulas, unas cabañas o un poblado pequeño, puentes colgantes, humedad y calor en el aire. Sudor y más sudor. Hay que ir caminando cuesta arriba y cuesta abajo por un terreno resbaladizo, llevando todo el equipo en la espalda, ya que no hay otro medio de transporte hasta allí. Menos mal que el equipo de Expotur pudo facilitar un porteador.
Sania camino de la Ciudad Perdida. © Sania Jelic. Una llegada de ensueño El tercer día de trekking, cuando llegamos a la Ciudad Perdida, todo estaba envuelto en neblina, apenas se veían los árboles o las siguientes terrazas. Todos estábamos sudados de la subida de los 1.200 peldaños… El equipo de Expotur (expotur-eco.com) nos tenía preparada una sorpresa: bandejas de frutas frescas, pasteles y frutos secos. Mientras comíamos se empezó a levantar la niebla y el paisaje que apareció fue de auténtica postal.
Caminamos por las terrazas, escuchamos las explicaciones del guía y conocimos a la hija del chamán. Todo fue muy irreal. Estoy muy orgullosa de haber podido hacer este trekking porque es duro, es necesario estar en buena condición física para hacerlo. Sólo he visto un 10 o 15% de personas mayores de 50 años en el camino. Los terrenos que se atraviesan son de las comunidades indígenas y ellas son las que autorizan el paso y gestionan las infraestructuras en el camino. Son un tanto rudimentarias… de momento, lo único disponible son dormitorios con literas.
Niebla en la Ciudad Perdida. © SJ. Al no haber ningún tipo de transporte hasta la Ciudad Perdida la comida se lleva en sacos y cajas que transportan las mulas. Esos víveres los preparan in situ en las cocinas acondicionadas de los equipos de la agencia de viajes.
Debes saber que en el camino no hay internet y que la luz de los generadores se apaga a las 21 horas. Es entonces cuando se escuchan los pájaros nocturnos, y una espera no toparse con un jaguar si va al baño de noche. El concierto matutino de las aves de la jungla daría para otro artículo.
Al regresar, el último día pedí ir en mula. No es habitual, pero se pudo hacer. Eso me permitió disfrutar del paisaje de otra manera. Gracias al fantástico equipo de Expotur, formado por Angie, Camacho, Luis, Elber, Pique y los demás, la experiencia fue incluso más gratificante…
De esta manera descubrí la Ciudad Perdida y concluí mi etapa de viaje en Sudamérica. El camino me lleva ahora al norte, a Centroamérica .
Después de un duro camino Sania por fin encontró la Ciudad Perdida. © SJ. ✅ Lo que aprendí en esta etapa: • La riqueza lingüística del español puede generar confusiones y hay que prestar atención, ya que las mismas palabras se usan con diferente significado. Nos vendría bien a los europeos (hablando en términos generales) estar un poco más abiertos a lo que sucede en el entorno para prevenir hurtos en la calle. Ser más “street wise”. Así también apreciaríamos más lo que tenemos. • La generosidad y poder de la mujer es grande y puede hacer mucho bien en una sociedad. • El turismo descontrolado erosiona las ciudades. • Es muy complejo establecer áreas de colaboración con poblaciones indígenas. El slogan “Turismo, Paz, Convivencia” contiene los tres pilares necesarios para obtener la prosperidad de todos.
✅ Lo que no aprendí: A acostarme pronto.
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